martes, 21 de febrero de 2012

Las tortugas también vuelan

de Bahman Ghobadi


Película hermosa y terrible. La historia de estos niños del Kurdistán iraquí es de las que te agarra las tripas y te las retuerce. El campamento donde viven 80 familias está intentando conseguir alguna antena de TV para enterarse de las noticias sobre la inminente invasión norteamericana.  El peso de la historia la soporta una bandada enorme de niños, muchos huérfanos, bastantes mutilados, los cuales se organizan para conseguir algún dinero. El trabajo más habitual es limpiar los campos de minas y revenderlas.

Narrada con una naturalidad desarmante, la espontaneidad y frescura con que se desenvuelven los niños protagonistas te provoca un impacto enorme. De hecho los niños nos enseñan que el ser humano se puede adaptar a cualquier circunstancia por terrible que sea. Hasta en las condiciones de precariedad más absoluta ellos se organizan y montan sus vidas. 


Son 3 los protagonistas a través de cuyas vicisitudes el director nos traslada una vivencia extrema. "Satélite" es el líder natural de los niños, se ha prendado de una recién llegada, Angri, una niña muerta por dentro (su familia asesinada, ella violada). La acompaña otro niño con ambos brazos mutilados y entre los dos cuidan de un bebé ciego.

El relato de estas vidas contiene momentos escalofriantes como ver al niño sin brazos desmontar una mina antipersonal, o al niño ciego perdido y lloroso caminando por un campo minado o la niña fascinada por el vacío al borde de un precipicio que ella siente como el borde de su vida. 

El muchacho sin brazos, ocasionalmente tiene visiones del futuro. Este aspecto y la leyenda de que en el fondo del manantial hay peces rojos dota a la historia de un punto mágico, infantil, que contrasta enormemente con la tremenda realidad.
El manantial está en el centro de todo. El agua básica, la ficción de los peces rojos o el lugar donde realizar valentonadas.

La niña no ve futuro allí, quiere irse. Está abrumada por su pasado, su desconsuelo es total, en alguna ocasión propone abandonar al bebé y huir. A pesar de ello continúa  acarreando mecánicamente el agua, el niño o el capacho de minas para venderlas. Su amargura resulta desgarradora. 


Este director iraquí  tiene una forma de narrar limpia y de gusto clásico. No se pierde en florituras, cada plano es interesante, cada frase aporta información. Se cuela en la vida diaria de un poblado y deja que las carreras, los gritos y las miradas de estos niños golpeen nuestras entrañas. 

Película limpia, dura y emocionante. Ganadora de la concha de Oro del Festival de San Sebastián 2.004.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.