lunes, 30 de mayo de 2011

La Duda

de John Patrick Shanley




El director es el autor del guión y de la obra de teatro en la que se basa, ganadora de un premio Pulitzer y un Tony.
Con la que está cayendo en cuanto a los abusos de menores y las varias inquisiciones que por el mundo pululan (la del Vaticano, la de algunos medios, la del Tea Party, etc), el tema aquí es la Duda. Y leyendo comentarios y blogs, está claro que muchos se quedan en lo accesorio: que si el sacerdote viola al muchachito negro, que si la monja descubre su secreto y por eso logra que lo expulsen, etc, etc.

Quizás aprovechando esa actualidad, el autor nos propone una reflexión cuya tesis no cae hacia ningún lado. La película no trata del abuso de los sacerdotes aunque también; no habla de inquisidores contra la innovación, aunque también; ...habla de la Duda. Y por eso el plano final nos muestra a la endurecida monja sumida en lágrimas. Le corroe la duda.

El sacerdote protagonista comienza la película con un sermón sobre la duda, y toda la trama abunda en ella. Tiene dos escenas estupendas y afiladas. En una se produce el enfrentamiento descarnado entre el sacerdote y la monja intolerante. Ella pregunta inmisericorde, el sacerdote responde tranquilo, pero está claro que algo esconde.
La otra es entre la monja y la madre del alumno. Las dos escenas nos descubren cosas nuevas de lo que ha ocurrido. Las dos escenas son veraces y escuetas. Valientes en suma.

Toda la película transita por el borde de la navaja. ¿Es culpable de abuso el sacerdote? Hay indicios. ¿La monja protege a sus alumnos o es una impenitente intolerante.?
Me parece que resultaría muy atractivo un ejercicio de introspección cuando veamos esta película. Observémonos inclinarnos de una parte o de otra en base a los indicios que vamos conociendo.
Lamentablemente hay que reconocer que si se hubiesen cargado las tintas y las certezas sobre el presunto abuso la película habría tenido más audiencia. Por eso la película también habla de la sociedad y de nosotros.


Dado que todos guardamos secretos, el sacerdote finalmente claudica. La monja gana y al sacerdote la dan una patada hacia arriba. Muy típico de la iglesia. Pero no sabemos la verdad. Quizás nunca la sabremos. Sólo constatamos que todos guardamos secretos inconfesables y que la duda puede convertirse en un agujero en tu pecho.

Toda la película parece un cristal cortante y frío. Nada se esconde y la apariencia es clara, pero ¿verdadera?. El texto es valiente. Las interpretaciones de estos dos actorazos son tan buenas que no nos ofrecen ningún asidero falaz donde engancharnos con nuestros prejuicios.

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