domingo, 15 de mayo de 2011

El Museo del Perro

de Jonathan Carroll
Amenísima novela que con una narración ágil y a ratos irónica nos adentra en la vida de Harry Radcliffe, joven genio de la arquitectura que después de triunfar en todo el mundo sufre un ataque de locura.
La novela comienza con la insistencia por parte del sultán de Saru (país ficticio del Medio Oriente) para que construya a todo lujo el Museo del Perro. Su relación con el sultán, los avatares de la construcción y del propio Saru -acuciado por una incipiente guerra civil- nos sitúan en un contexto muy contemporáneo y realista. Pero todo ello salta hecho pedazos cada dos por tres: la percepción de la realidad de Radcliffe es muy "creativa", además se hace acompañar por Venasque -una especie de psiquiatra o chamán- que le orienta en su laberinto mental, el cual a su vez tiene a Big Top -un bull terrier- que según el sultán tiene poderes puesto que en situaciones críticas es capaz de orientarles hacia la salvación. Y todo ello aderezado con una relación a dos bandas, con dos mujeres independientes y explosivas para aumentar la entropia en el universo Radcliffe.

El libro es la personalidad del arquitecto en cuyos sueños, deseos y relaciones personales se encuentra la almendra.
El otro polo de atracción es un personaje maravillosamente dibujado, Venasque el chamán, que vive con dos animalitos, una cerda vietnamita y un bull terrier llamado Big Top: un personaje más del libro, un vertz según el sultán, que posee el don sobrenatural de proteger a su dueño.
Todo el camino de Radcliffe está jalonado por este tipo de personajes primero Venasque, luego Hasenhüttl y también Morton (un amigo de Viena cuya exclusiva dedicación es realizar escaleras y puertas de madera). Todos le acompañan en lo que al final se demuestra como un viaje espiritual, una nueva visión de por qué construir de nuevo la Torre de Babel.
La verdad es que la novela transcurre por situaciones muy realistas, el arquitecto, sus broncas con las dos mujeres, la situación política de Saru, el diseño del Museo. Ahora bien la inestable personalidad de Radcliffe sumado a los amigos tan peculiares que tiene, hace que encuadremos el libro en una literatura fantástica muy particular. Carroll demuestra tener un don para narrar, es un escritor ingenioso, muchas veces divertido y siempre sorprendente.

Sirva de ejemplo la
ocasión en que tiraron bolitas de M&M a la piscina y los dos se sumergieron hasta el fondo, desde allí miraron los caramelos flotando.
"-Fíjate en esos caramelos, Harry. Ordénalos en tu cabeza. Busca una conexión y dime qué ves.
Lo que veía era musica. Una música que podía leer al instante aunque por aquel entonces no supiera leer música. Una música sublime que tenía todo el sentido del mundo. Venasque, más adelante, me diría que no se trataba de música, sino de mí, "escrito correctamente". "

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