sábado, 7 de mayo de 2011

El asiento del conductor

de Muriel Spark

Tengo en gran estima a esta escritora, pero me da rabia que por artículos, reseñas y solapas pululen los apelativos de obra maestra. John Updike, New Yorker o el estupendo prologuista -Eduaro Lago-, así lo acreditan. No estoy de acuerdo.

No se trata de una obra maestra, pero me ha gustado mucho y ahora tengo que realizar verdaderos esfuerzos por distinguir entre la expectativa fracasada y mi propia ecuanimidad para valorar una obra que me ha gustado de una autora que siempre regala deliciosos momentos de lectura. (todavía tengo en el paladar la estupenda "Memento Mori")
Me recuerda el caso de Cesar Aira. Ambos con enorme facilidad para fabular, ambos prolíficos, ambos me gustan; pero siempre me quedo esperando más, con la insatifacción de que la obra se ha adelgazado, ha perdido enjundia en su veloz recorrido.

Un inglesa va de vacaciones a Italia para tomarse "las vacaciones de su vida". Poco a poco actúa de forma cada vez más extravagante y siniestra. Las veinticuatro horas que relata el libro -desde la salida del avión hasta la llegada al hotel y la búsqueda del fatídico hombre- nos presentan a una persona voluble, que se deja cortejar por unos y por otros, que actúa como buscando algo que no sabemos y que finalmente nos enteramos de que es a su asesino.

Al concluir la novela el círculo se ha cerrado. El crimen que se ha venido anticipando desde el principio del relato, se ha producido. El criminal que, sin saberlo, acudía a una cita que será su perdición, no ha logrado eludirla. Todo ha acabado, todo cuadra, pero no hacemos más que recapacitar y hacernos preguntas: Lise -la protagonista- sabe lo que quiere desde el principio o poco a poco va cayendo en la locura? ¿Que en el hotel coincida con la tía -Sra. Fredke- de su asesino, con la que pasa el día de compras, es coincidencia o estaba preparado? Sus conatos de flirts, primero con el compañero de avión, y luego con el dueño del taller ¿son destellos de autodestrucción?
Me quedaría con la intención declarada de la autora, "entretener angustiando".

El propio título es una más de las bromas macabras a las que nos tiene acostumbrados Muriel Spark. Lise nos conduce desde la primera línea hasta un crimen del que ella es protagonista. Comienza el libro eligiendo un traje con el que acudir a la función y se escandaliza ¡por supuesto!, cuando le ofrecen uno en material que no se mancha. Ella quiere brillar, convertirse en una estrella multicolor.
Recién asentada en el hotel señala en el mapa el lugar donde al final aparecerá el cadáver. También en un momento dado esconde y abandona su pasaporte bajo el asiento del taxi.
Efectivamente Lise conduce sentada en el asiento del conductor.

Creo que lo más valioso es la técnica narrativa. Alguien presentó la novela como un crimen contado al revés. Yo no lo veo así, aunque es cierto que ya en la página diez, la autora te anticipa que al día siguiente aparecerá acribillada. En el presente que recorremos con Lise se nos abren ventanas por donde conocemos el futuro, el desenlace. Así ese mismo momento se convierte en presente y en pasado.

La edición es preciosa. Pone en tus mano un librito de tipografía y tacto delicado, enriquecido sobremanera con un precioso prólogo de Eduardo Lago de título esclarecedor, "Los dados de la muerte regresan al cubilete". En él hace réplica de la obra prologada presentándonos la vida y obras de Muriel Spark recorridas al revés. Comienza con su muerte, sigue con su último libro publicado, etc. Hasta llegar a su mismísimo nacimiento.
Un acierto más en un librito pleno de literatura.

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