viernes, 14 de enero de 2011

Doce Monos

Dir.: Terry Gilliam






He vuelto ha ver “Doce monos”. Lo que daría por un título así ¡qué hallazgo! Es como una enorme caja de resonancia esotérica. Posee una incalculable capacidad de sugestión.
Resume la película muy bien el jefe de la psiquiatra interpretada por Madeleine Stowe, cuando le expone que ella misma puede estar sufriendo el síndrome de Casandra: condenada a conocer el futuro y a no ser creída cuando lo contase. Pero esta explicación la he escuchado en esta segunda visión de la película. La primera vez que la vi me subyugaba el recurrente recuerdo infantil y cómo al final este recuerdo infantil se convierte a la vez en destino, en fatum: volverás a vivir otra vez este momento, primero como niño observador, posteriormente como actor principal observado.

Adulto tempoviajero que sucumbe bajo el peso de salvar al mundo. En el momento supremo en que Madeleine Stowe sostiene entre sus brazos el cuerpo inerte de Cole adulto y se vuelve buscando la mirada del Cole niño que también está allí mismo, me parece que busca su alma, la persistencia de la misma, la irresistible esperanza de que el destino no es inexorable. Esto fue en la primera visión.

En esta segunda ha llegado la racionalidad, de pronto he visto a quien no vi anteriormente en la película diciendo algo que antes no había oído: el síndrome de Casandra. Creo que es un hilo conductor extraordinario, pero es que encima se queda pequeño ante el hallazgo de que sea la misma persona la que de pequeño ve una escena y luego de mayor la protagoniza en un mismo espacio-tiempo.

La película es un maravilloso puzzle en el desarrollo y en su plasmación visual: el anagrama de los doce monos, la primeras imágenes con las fieras por la ciudad desierta, la pintada que realiza la psiquiatra.

Todo el metraje se beneficia de un tono opresivo que golpea por oleadas al protagonista, de la amenaza de lo incongruente, del cansancio vital ante el fatalismo.

Metrópolis de Lang, Blade Runner de Scott y ahora Doce Monos. Ya tenemos un triunvirato de películas magistrales sobre la representación de los miedos más ancestrales que sobre el futuro acechan al ser humano.

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